América Latina está marcada por una enorme fractura social. La coexistencia de democracia y pobreza extrema y de exclusión étnica y social ha acabado por provocar crisis de las democracias al no poder resolver los dramáticos problemas sociales y económicos de las mayorías.
Por eso no hay que confundirse. Los cambios que vive hoy AL no son, como suelen decir determinados medios de comunicación, viejas nostalgias populistas o mucho menos, atávicas inercias autoritarias. El asunto es mucho más claro: nuestras poblaciones quieren más y mejor democracia, estados más fuertes en la resolución de los problemas que afectan a las mayorías excluidas, recuperación del control de los recursos naturales en casi todas partes y que son controlados por transnacionales, y mecanismos de regulación del mercado que sometan a los grupos de poder económicos a los intereses sociales mayoritarios. Siguiendo esta corriente de cambio, hace dos años asentamos con un liderazgo claro en el Perú un partido político que casi logra la presidencia en el 2006.
El reto es grande: se trata de refundar nuestra democracia estableciendo una nueva relación entre el Estado y el capital teniendo como base el poder constituyente del pueblo. Devolverle al pueblo su poder constituyente es un reto mayúsculo para un partido joven, por eso consideramos que las convocatorias de Asambleas Constituyentes, antes como ahora, siguen siendo una palanca fundamental para desarrollar la vida pública y reforzar una concepción activa de la ciudadanía.
Los mecanismos de la democracia representativa ya no son capaces de dar respuesta a las expectativas ciudadanas, considerar al ciudadano como un simple votante cada 4 o 5 años no nos ha servido para estrechar esta fractura histórica. De ahí la necesidad, cada vez más clara, de convocar a una Asamblea Constituyente que redefina principios jurídicos y políticos, que plantee una más justa repartición del poder plasmada en una nueva Constitución Política del Perú. En ella, los esfuerzos de participación del pueblo como las consultas populares o cualquier intento de democracia participativa serán reconocidas y no satanizadas ni combatidas como sucede ahora.
Por eso no hay que confundirse. Los cambios que vive hoy AL no son, como suelen decir determinados medios de comunicación, viejas nostalgias populistas o mucho menos, atávicas inercias autoritarias. El asunto es mucho más claro: nuestras poblaciones quieren más y mejor democracia, estados más fuertes en la resolución de los problemas que afectan a las mayorías excluidas, recuperación del control de los recursos naturales en casi todas partes y que son controlados por transnacionales, y mecanismos de regulación del mercado que sometan a los grupos de poder económicos a los intereses sociales mayoritarios. Siguiendo esta corriente de cambio, hace dos años asentamos con un liderazgo claro en el Perú un partido político que casi logra la presidencia en el 2006.
El reto es grande: se trata de refundar nuestra democracia estableciendo una nueva relación entre el Estado y el capital teniendo como base el poder constituyente del pueblo. Devolverle al pueblo su poder constituyente es un reto mayúsculo para un partido joven, por eso consideramos que las convocatorias de Asambleas Constituyentes, antes como ahora, siguen siendo una palanca fundamental para desarrollar la vida pública y reforzar una concepción activa de la ciudadanía.
Los mecanismos de la democracia representativa ya no son capaces de dar respuesta a las expectativas ciudadanas, considerar al ciudadano como un simple votante cada 4 o 5 años no nos ha servido para estrechar esta fractura histórica. De ahí la necesidad, cada vez más clara, de convocar a una Asamblea Constituyente que redefina principios jurídicos y políticos, que plantee una más justa repartición del poder plasmada en una nueva Constitución Política del Perú. En ella, los esfuerzos de participación del pueblo como las consultas populares o cualquier intento de democracia participativa serán reconocidas y no satanizadas ni combatidas como sucede ahora.
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