El dominio del espacio físico ha sido una constante en el desarrollo de la humanidad, y por consiguiente la formación de imperios y colonias. Si bien en buena parte del mundo las colonias se han desmarcado convirtiéndose en Estados, la dependencia continúa aunque sin una subordinación política formal. Este es el camino que ha seguido el Perú desde su "independencia" hasta nuestros días y al que denominamos neocolonia. El mantenimiento de Estados neocoloniales constituye una posición más cómoda para los imperios porque no requieren transportar grandes masas desde la metrópoli para ejercer el control. Por el contrario, pactan con los sectores dominantes de la burguesía nacional para compartir los beneficios de las explotaciones de sus pueblos y recursos naturales a cambio de ceder la función del control político.
El Estado neocolonial no se diferencia en mucho de la colonia porque en el fondo sigue manteniendo el sistema de dependencia y control. Por ejemplo en el Perú los capitales extranjeros controlan los sectores más dinámicos de la economía nacional, así como aquellos estratégicos para la vida en comunidad: puertos, minería, banca y muchos servicios básicos.
El sistema neocolonial ha encontrado en García al perfecto testaferro que se subordina a los intereses extranjeros. El ponerles precio a nuestros recursos naturales y abrirles los brazos sin miramientos a las inversiones aun cuando estas puedan socavar la soberanía, atañe una particular forma de conducir el Estado. ¿Dónde está la posición del estadista que debe salvaguardar los ámbitos estratégicos como la Amazonía, la fronteras y la explotación racional de nuestros recursos frente al desmedido interés de las transnacionales? ¿Acaso no nos crea esta forma de ver a nuestro país una cultura de la dependencia que merma la autoestima de nuestro pueblo?
Felizmente todavía hay voces que esperan que este Estado neocolonial no se consolide. Aún es posible oponerse planteando una posición nacionalista que debilite este sistema que nos quiere llevar a ser el mercado del mejor postor.
El Estado neocolonial no se diferencia en mucho de la colonia porque en el fondo sigue manteniendo el sistema de dependencia y control. Por ejemplo en el Perú los capitales extranjeros controlan los sectores más dinámicos de la economía nacional, así como aquellos estratégicos para la vida en comunidad: puertos, minería, banca y muchos servicios básicos.
El sistema neocolonial ha encontrado en García al perfecto testaferro que se subordina a los intereses extranjeros. El ponerles precio a nuestros recursos naturales y abrirles los brazos sin miramientos a las inversiones aun cuando estas puedan socavar la soberanía, atañe una particular forma de conducir el Estado. ¿Dónde está la posición del estadista que debe salvaguardar los ámbitos estratégicos como la Amazonía, la fronteras y la explotación racional de nuestros recursos frente al desmedido interés de las transnacionales? ¿Acaso no nos crea esta forma de ver a nuestro país una cultura de la dependencia que merma la autoestima de nuestro pueblo?
Felizmente todavía hay voces que esperan que este Estado neocolonial no se consolide. Aún es posible oponerse planteando una posición nacionalista que debilite este sistema que nos quiere llevar a ser el mercado del mejor postor.
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