Ya es una constante mirar al interior y confirmar el prolongado descontento de la población. Hasta ahora los reclamos formulados en términos sectoriales han puesto en tela de juicio la efectividad de las medidas del gobierno en la resolución de demandas puntuales, pero la tendencia, sobre todo después de la jornada nacional del pasado 11, prevé una articulación de ancha base. Una plataforma más amplia hace que los reclamos sectoriales como el aumento de sueldos, la homologación, la protesta por la eliminación de exoneraciones, etc. constituyan las motivaciones para exigir el cambio de rumbo del modelo y por ende de régimen. Esto es lo que debe ir evaluando el gobierno. Los caminos que se abren no son muchos para poder manejar la crisis: o se apertura una instancia de diálogo con la disposición de resolver coordinadamente las demandas o se actúa autoritariamente para imponer medidas, judicializando la protesta social.
Ante esto, por un lado García pretende que no pasa nada en el país y ningunea, insulta y llama minorías comunistas a aquellos que han logrado movilizar a 18 regiones, y por otro, reacciona enviando a las fuerzas armadas para reprimir las movilizaciones, lo que evidencia la importancia de las mismas. Olvida que quienes conforman la minoría política del Perú son aquellos quienes después de haber perdido la primera vuelta electoral se aliaron en una coalición para repartirse la torta de la administración pública.
El gobierno haría bien en no tomar como pretexto el bloqueo de carreteras para fustigar el justo reclamo de la población que protesta por el incumplimiento de derechos fundamentales que están por encima de otros como el libre tránsito. Con esta actitud represiva, ya no cabe duda de que la democracia que García pregona se transforma invariablemente, emulando al socio japonés con quien comparte, entre otras cosas, el haber ganado las elecciones presidenciales con un programa de gobierno para una vez en el cargo gobernar con el programa opuesto. A estas alturas no sé qué presentará como logros en su informe anual al país que no sea la lista de los dirigentes presos.
Ante esto, por un lado García pretende que no pasa nada en el país y ningunea, insulta y llama minorías comunistas a aquellos que han logrado movilizar a 18 regiones, y por otro, reacciona enviando a las fuerzas armadas para reprimir las movilizaciones, lo que evidencia la importancia de las mismas. Olvida que quienes conforman la minoría política del Perú son aquellos quienes después de haber perdido la primera vuelta electoral se aliaron en una coalición para repartirse la torta de la administración pública.
El gobierno haría bien en no tomar como pretexto el bloqueo de carreteras para fustigar el justo reclamo de la población que protesta por el incumplimiento de derechos fundamentales que están por encima de otros como el libre tránsito. Con esta actitud represiva, ya no cabe duda de que la democracia que García pregona se transforma invariablemente, emulando al socio japonés con quien comparte, entre otras cosas, el haber ganado las elecciones presidenciales con un programa de gobierno para una vez en el cargo gobernar con el programa opuesto. A estas alturas no sé qué presentará como logros en su informe anual al país que no sea la lista de los dirigentes presos.
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