El presidente ha comenzado ofreciendo disculpas por los adjetivos propalados aunque no deroga decretos insultantes como el 982 que oficializa la judicialización de la protesta social para hacer respetar la autoridad que se ha mermado. Ha procedido a responsabilizar a los gobiernos regionales pues son ellos los que tienen la plata para la ejecución de las obras, sin señalar que las trabas administrativas son un escollo para ello. Nombró cómo logró haber sitiado a Machu Picchu como maravilla y orgullo nacional cuando entregó al país entero mediante la firma del TLC con Estados Unidos a cuyo Senado responsabilizó, dedo en alto, de la ratificación de este acuerdo.
Ojalá se hubiese puesto así de machito, pensaba yo, para exigir que Chile extradite a Fujimori y no negarles el apoyo político que necesitaban los procuradores peruanos del caso. Esas son algunas perlas amén de la nula mención al cumplimiento de sus promesas de campaña como el impuesto a las sobreganancias.
Pero lo que más llama la atención es su afán por enumerar metas como reducir la pobreza del 50 al 30% y poniendo como adalides de esta lucha los programas crecer y Juntos. García no se da cuenta de que este problema no depende de reducir o aumentar los programas asistencialistas sino en basar la distribución en un cambio en la estructura económica para que la brecha entre ricos y pobres se reduzca. El Ejecutivo está llevando por "cuerdas separadas" el tema del crecimiento económico y la lucha contra la pobreza; para enfrentar esta última, utiliza los programas sociales como una forma inmoral del chorreo y de reproducción de la pobreza.
Para García, el capital económico es el que genera riqueza, por eso se desvive por atraer inversiones, mientras ahuyenta el capital más importante, sus propios ciudadanos. Para nosotros es el trabajo el que genera riqueza y por eso pensamos que el Perú debe ser más que un "país de propietarios" un país de trabajadores y productores dignos. La oficialización de la política de cuerdas separadas ya vista en las relaciones con Chile se ha patentado en el manejo político interno. Si esta es la visión de país que García tiene terminaremos siendo un país de mendigos.
Ojalá se hubiese puesto así de machito, pensaba yo, para exigir que Chile extradite a Fujimori y no negarles el apoyo político que necesitaban los procuradores peruanos del caso. Esas son algunas perlas amén de la nula mención al cumplimiento de sus promesas de campaña como el impuesto a las sobreganancias.
Pero lo que más llama la atención es su afán por enumerar metas como reducir la pobreza del 50 al 30% y poniendo como adalides de esta lucha los programas crecer y Juntos. García no se da cuenta de que este problema no depende de reducir o aumentar los programas asistencialistas sino en basar la distribución en un cambio en la estructura económica para que la brecha entre ricos y pobres se reduzca. El Ejecutivo está llevando por "cuerdas separadas" el tema del crecimiento económico y la lucha contra la pobreza; para enfrentar esta última, utiliza los programas sociales como una forma inmoral del chorreo y de reproducción de la pobreza.
Para García, el capital económico es el que genera riqueza, por eso se desvive por atraer inversiones, mientras ahuyenta el capital más importante, sus propios ciudadanos. Para nosotros es el trabajo el que genera riqueza y por eso pensamos que el Perú debe ser más que un "país de propietarios" un país de trabajadores y productores dignos. La oficialización de la política de cuerdas separadas ya vista en las relaciones con Chile se ha patentado en el manejo político interno. Si esta es la visión de país que García tiene terminaremos siendo un país de mendigos.
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