La semana está marcada por los trágicos acontecimientos acaecidos en el sur chico, la consternación por el dolor que embarga en estos momentos a nuestros compatriotas de Ica, Pisco, Chincha, Huancavelica y otras zonas del país resulta indescriptible.
Ica ha sufrido el peor de los embates naturales de los últimos años, el sismo ha afectado mayoritariamente a los más pobres pero ha dejado entrever la calamitosa infraestructura de una de las regiones modelo de la agroexportación. Vemos con desconsuelo que el 8% de crecimiento no implica el desarrollo de los pueblos en este sistema que nos arrastra a una mayor fragmentación social.
Sucedida la tragedia la población solidaria ha comenzado campañas de donaciones por doquier, empresas, instituciones, partidos políticos y la comunidad internacional se han unido al esfuerzo pero la desorganización para viabilizar la ayuda es evidente. No se percibe un plan de prevención eficiente. El cuerpo operativo de defensa civil ha colapsado en muchas partes y en varias localidades no se encuentra personal de este organismo para recibir las donaciones que son saqueadas irremediablemente. Así está la cosa. El presidente García haría bien en, ahora sí, sacar a la Fuerza Armada, para que apoyen a defensa civil y a las autoridades locales en las labores de distribución y orden hasta las zonas más lejanas que suelen ser las más pobres y desamparadas en estas circunstancias.
El momento de unidad que se vive nos llama no sólo a apoyar y ser solidarios con el otro sino a invocar a que los esfuerzos del gobierno por viabilizar la ayuda sean progresivamente más ordenados y se mantengan en el tiempo.
Más adelante, cuando la tierra deje de temblar, la gran labor de reconstrucción debe comenzar por un lado con una administración eficiente del presupuesto y del apoyo internacional y por otro por la comprensión de que el crecimiento sin distribución no nos sirve de nada. La creación de infraestructura pública y una visión menos centralista de la administración son imprescindibles para fomentar la formación de ciudades más seguras y con servicios públicos suficientes, para que los de abajo ya no vivan como antes.
Ica ha sufrido el peor de los embates naturales de los últimos años, el sismo ha afectado mayoritariamente a los más pobres pero ha dejado entrever la calamitosa infraestructura de una de las regiones modelo de la agroexportación. Vemos con desconsuelo que el 8% de crecimiento no implica el desarrollo de los pueblos en este sistema que nos arrastra a una mayor fragmentación social.
Sucedida la tragedia la población solidaria ha comenzado campañas de donaciones por doquier, empresas, instituciones, partidos políticos y la comunidad internacional se han unido al esfuerzo pero la desorganización para viabilizar la ayuda es evidente. No se percibe un plan de prevención eficiente. El cuerpo operativo de defensa civil ha colapsado en muchas partes y en varias localidades no se encuentra personal de este organismo para recibir las donaciones que son saqueadas irremediablemente. Así está la cosa. El presidente García haría bien en, ahora sí, sacar a la Fuerza Armada, para que apoyen a defensa civil y a las autoridades locales en las labores de distribución y orden hasta las zonas más lejanas que suelen ser las más pobres y desamparadas en estas circunstancias.
El momento de unidad que se vive nos llama no sólo a apoyar y ser solidarios con el otro sino a invocar a que los esfuerzos del gobierno por viabilizar la ayuda sean progresivamente más ordenados y se mantengan en el tiempo.
Más adelante, cuando la tierra deje de temblar, la gran labor de reconstrucción debe comenzar por un lado con una administración eficiente del presupuesto y del apoyo internacional y por otro por la comprensión de que el crecimiento sin distribución no nos sirve de nada. La creación de infraestructura pública y una visión menos centralista de la administración son imprescindibles para fomentar la formación de ciudades más seguras y con servicios públicos suficientes, para que los de abajo ya no vivan como antes.
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