La ola de frío que aqueja a parte de nuestra población no ha sido abordada sensatamente por las autoridades, la nula previsión a la que el gobierno nos tiene acostumbrados se siente ahora en las alturas y afecta a las comunidades más alejadas y pobres. Si bien los conflictos sociales que han sucedido los últimos meses son cuestiones diferentes, la respuesta del gobierno corresponde a una misma lógica inmediatista con una falta de previsión y competencia exagerada. No hay programa alguno que haya sido concebido con antelación previniendo un desastre que ya tiene años asolando nuestro país. Se intenta ante la inminencia, iniciativas inconexas cuyo caballito de batalla son las donaciones que buenamente los ciudadanos puedan conseguir. Algún ministro ha exhortado, incluso, a la población a donar alcohol, algodón y ropa que "les sobre en casa" convirtiendo de este modo al gobierno en un administrador momentáneo de las dádivas.
El abandono de las zonas altoandinas es, por cierto, una prueba tangible de cómo está siendo administrado el crecimiento económico que tanto alega el gobierno, un crecimiento que no promueve el bienestar ni implica el desarrollo de los más humildes sino que es centralista y se rige por la lógica de la utilidad, apoyar a las zonas altoandinas, por ello, no se considera rentable. Las políticas económicas destinadas a perpetuar esta situación se complementan con programas sociales de bajo alcance para los más pobres que garanticen que el chorreo siempre llegue y no se quejen "los de abajo". De hecho, una vez terminado el friaje, el gobierno se retraerá en vez de fomentar programas de desarrollo e infraestructura en aquellas regiones más vulnerables que les permita, muchas veces, comenzar de nuevo, pero con un mejor horizonte. La gran excusa de la falta de fondos para programas conducentes a desarrollar una mejor calidad de vida y productividad en estas zonas podría ser cubierta, por ejemplo, con los millones que habría recibido la señora Nores en aquella campaña a inicios del gobierno para su programa personalísimo Sembrando. Le sería difícil negarse puesto que los objetivos de su ong calzan clarito con este problema.
El abandono de las zonas altoandinas es, por cierto, una prueba tangible de cómo está siendo administrado el crecimiento económico que tanto alega el gobierno, un crecimiento que no promueve el bienestar ni implica el desarrollo de los más humildes sino que es centralista y se rige por la lógica de la utilidad, apoyar a las zonas altoandinas, por ello, no se considera rentable. Las políticas económicas destinadas a perpetuar esta situación se complementan con programas sociales de bajo alcance para los más pobres que garanticen que el chorreo siempre llegue y no se quejen "los de abajo". De hecho, una vez terminado el friaje, el gobierno se retraerá en vez de fomentar programas de desarrollo e infraestructura en aquellas regiones más vulnerables que les permita, muchas veces, comenzar de nuevo, pero con un mejor horizonte. La gran excusa de la falta de fondos para programas conducentes a desarrollar una mejor calidad de vida y productividad en estas zonas podría ser cubierta, por ejemplo, con los millones que habría recibido la señora Nores en aquella campaña a inicios del gobierno para su programa personalísimo Sembrando. Le sería difícil negarse puesto que los objetivos de su ong calzan clarito con este problema.
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