La desconfianza que los pobladores de las regiones sienten hacia el gobierno central aprista se insinuaba ya en las elecciones de noviembre pasado cuando el partido de gobierno perdió 10 de las 12 regiones que sostenía incluido su bastión norteño. Este es el preámbulo de una relación dificultosa entre gobierno nacional y regional, agravada aun más por la desactivación del CND y el manejo subordinado de la gestión de los proyectos a la billetera de la PCM.
Esta concentración del poder ha permitido, por un lado, distinguir para el reparto del presupuesto quiénes son los amigos del gobierno y, por otro, distanciar los intereses del gobierno de las demandas de la población. La asignación del proyecto Chinecas al municipio provincial del Santa es, qué duda cabe, buena prueba. El municipio del Santa encabezado por Guzmán Aguirre, operador fujimontesinista de los 90, conducirá un proyecto que rebasa sus linderos provinciales y que representa una reivindicación y vieja aspiración ancashina. El pacto fujialanista ha funcionado aquí fortaleciendo a la autoridad municipal amiga contra la regional; es lo que explica, por ejemplo, que el alcalde aprista de Nuevo Chimbote haya sido el primer aliado de Aguirre y también la ‘mano dura’ de Alva Castro.
García no ha entendido el mensaje del 19 de noviembre: manejar la relación con los gobiernos regionales subordinando los proyectos y el presupuesto sobre la base de la amistad o los compromisos preestablecidos (por ejemplo, con el fujimorismo) puede agudizar la situación de inestabilidad política. Por lo pronto, se viene la protesta en Loreto y se sabe que en Cusco está prosperando el movimiento para la revisión de los contratos de privatización y concesiones. Así también se espera que continúen las movilizaciones cocaleras y seguramente en Piura los pobladores harán sentir su voz en la lucha emprendida contra la minera Majaz, a la que el presidente acaba de dar su espaldarazo. En fin, hay muchísimos focos de conflicto social en nuestro país y la tarea del gobierno es resolverlos, no acallarlos ni ocultarlos, utilizando las armas de la razón si las tiene.
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