
Dos situaciones importantes alborotaron la semana que pasó. La marcha patriótica que los nacionalistas impulsaron hacia la frontera con Chile y el "affaire" Pandolfi. Del primero baste decir que cumplió sus objetivos. Quienes crean que la emboscada gobiernista que puso como pretexto un operativo contra los buses-camión hizo fracasar la marcha, yerran de plano. Lo evidencia conferencia de prensa que dedicó in extenso al tema el premier Del Castillo. Como decía un ilustre escritor, "señal de que avanzamos". No es fácil para quienes no son adeptos al gobierno poner temas históricos y polémicos en agenda, por eso el objetivo de la marcha –que era destacar el diferendo marítimo y terrestre con Chile y la apática posición del gobierno peruano hacia la resolución del problema– se ha cumplido.
Lo de Pandolfi, más claro ni el agua. El fujialanismo fue declarado desde el principio de este gobierno, por sus métodos y su apuesta al programa liberal, por su contubernio con la bancada naranja, por el apoyo implícito al dictador en Chile. Es evidente que ahora exige más y más participación, son los costos de una alianza. Pandolfi, para buen recuerdo, fue dos veces primer ministro de Fujimori, ministro de la Presidencia, Energía y Minas, Pesquería y Transportes, además de proteger y justificar a Montesinos en su momento.
Pandolfi es la gota que derrama el vaso de la sospecha y pasa inevitablemente a la certeza de un pacto. La fraternidad aprista se cuartea con cada destape producido por sus propios colaboradores, los pocos que quedan con voces disonantes en el APRA hacen sonar los tambores de guerra al interior, pero los "compañeros" deben entender que la profundización del modelo concibe necesariamente la intervención de personalidades del fujimontesinismo. Falta que llamen a Blanca Nélida Colán, a Joy Way, a Boloña y a Hermoza Ríos para continuar la "deforma" del Estado. Se apela equívocamente para justificar esta irreversible fujimorización a la historia de pactos entre el APRA y otros partidos e incluso gobiernos, pero parece que ahora García mismo ha encontrado su mar y nada como un pez en el fujialanismo.
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