Por la historia cultivamos la admiración a nuestro pasado incaico, a nuestra cultura y la lucha de nuestro pueblo para liberarnos del dominio español. Pero también aprendemos sobre los problemas no resueltos, los conflictos internos y el aletargamiento continuo de nuestros gobernantes para zanjarlos. Refrescar la memoria y no perder de vista nuestra dinámica pasada puede llevarnos a dejar de cometer los errores recurrentes.
En el tema de la soberanía nacional, el yerro ha sido incesante. Sin ir muy lejos, durante el mandato de Leguía, Perú regaló a Colombia el trapecio amazónico mediante el tratado secreto Salomón Lozano. Leguía hizo de tonto útil para cubrir el objetivo de EEUU que necesitaba retribuir a Colombia el haber entregado el Canal de Panamá. Leticia fue esa recompensa.
Otro acto de traición fue cometido por Fujimori. Durante su gobierno, se regaló a Ecuador una parte del territorio nacional, Tiwinza, donde habían combatido soldados peruanos en la guerra contra ese país. El Congreso aceptó respetar el fallo de los garantes del Acuerdo de Paz, sin conocerlo con antelación, haciendo oídos sordos a las denuncias, posteriormente confirmadas, de que Chile y Argentina vendieron armas al Ecuador en pleno conflicto. Además, se intuía que estas ventas tuvieron el beneplácito del gobierno de EEUU porque, hay que ser francos, nada en este mundo, se hace a espaldas del imperio, sobre todo cuando este también funge de garante.
No es que a los peruanos nos guste regalar territorio, y menos a los que viven en las fronteras, pero basta ver las diferencias en nuestros límites, desde el inicio de nuestra vida republicana hasta ahora, para darnos cuenta del apego de nuestros gobernantes a realizar tratados a espaldas del pueblo y entregar territorio a cambio de prebendas personales. Un poco de memoria es buena, para evitar que más traspiés y pérdidas indebidas sucedan en nuestro país. La poca voluntad para proceder con la delimitación marítima con Chile y la insuficiente transparencia en la gestión, pueden traernos consecuencias como las que acabamos de reseñar.
En el tema de la soberanía nacional, el yerro ha sido incesante. Sin ir muy lejos, durante el mandato de Leguía, Perú regaló a Colombia el trapecio amazónico mediante el tratado secreto Salomón Lozano. Leguía hizo de tonto útil para cubrir el objetivo de EEUU que necesitaba retribuir a Colombia el haber entregado el Canal de Panamá. Leticia fue esa recompensa.
Otro acto de traición fue cometido por Fujimori. Durante su gobierno, se regaló a Ecuador una parte del territorio nacional, Tiwinza, donde habían combatido soldados peruanos en la guerra contra ese país. El Congreso aceptó respetar el fallo de los garantes del Acuerdo de Paz, sin conocerlo con antelación, haciendo oídos sordos a las denuncias, posteriormente confirmadas, de que Chile y Argentina vendieron armas al Ecuador en pleno conflicto. Además, se intuía que estas ventas tuvieron el beneplácito del gobierno de EEUU porque, hay que ser francos, nada en este mundo, se hace a espaldas del imperio, sobre todo cuando este también funge de garante.
No es que a los peruanos nos guste regalar territorio, y menos a los que viven en las fronteras, pero basta ver las diferencias en nuestros límites, desde el inicio de nuestra vida republicana hasta ahora, para darnos cuenta del apego de nuestros gobernantes a realizar tratados a espaldas del pueblo y entregar territorio a cambio de prebendas personales. Un poco de memoria es buena, para evitar que más traspiés y pérdidas indebidas sucedan en nuestro país. La poca voluntad para proceder con la delimitación marítima con Chile y la insuficiente transparencia en la gestión, pueden traernos consecuencias como las que acabamos de reseñar.
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